Este rosal que veis, se enfermó debido a un viento
devastador. Nos fuimos a un viaje y se nos olvidó de resguardarlo de las
inclemencias de tiempo, vientos huracanados y altas temperaturas.
Sabemos que los rosales son fuertes y soportan bien
esas amenazas climáticas, pero este estaba muy mimado, le protegí
demasiado.
En casa dijeron que deberíamos retirarlo de la tierra
y tirarle, que no había forma de recuperarle. Dije que ni hablar, que yo le
cuidaría con esmero, le trataría su enfermedad, y recuperaría sus lindas rosa
con las que nos había alegrado la vista y el alma.
Le cuidé, le traté su enfermedad y vigilé; pasadas dos
semanas se fueron sus plagas y sus tallitos nuevos comenzaban a salir con una
fuerza y una fortaleza casi divina.
Si os fijáis bien, se aprecia en la foto
perfectamente, como se alzan majestuosos y llenos de savia nueva.
Aprendamos de las flores. Si nos dan amor y buen
trato, deberíamos agradecerlo y dar las mejores flores de nuestra bondad.
María Borrego.
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