Alegoría
María, en la belleza de las flores veo la belleza de todas las mujeres, veo a todas como un ramillete perfumado con los más puros amores de sus retoños; veo hasta en las espinas una sublime semejanza con las uñas fieras y felinas que, como a las rosas, no las salvan de la poda y ni a las otras... no las salvan de un amante jardinero. Veo en su lozanía en botón, la muestra de la incipiente belleza de las núbiles flores de carne y hueso, y en su deslumbrante florecer hallo aún más semejanza porque ustedes las mujeres,, llegado el momento misterioso de la vida y su perpetuación, se abren al mundo primorosamente, cautivando y alterando de pasión el jardín en que las admiran. Ni qué decir cuando unas comienzan a perder su frescura; las otras sufren el mismo desgaste de la naturaleza y,, además, también de la naturaleza del vivir a que esta sociedad las ha condenado por injusta. Y luego, cuando la muerte se acerca —a una, marchita vida, belleza y fragancia y a la otra, además,, sus expectativas como cuando era hermosa— casi siempre ya no son las preferidas,, sino que muchas veces más bien solo son aceptadas. Como cuando en casa las viejecitas sólo son parte del mobiliario antiguo. Y al llegar el final —para mí más bien el nuevo comienzo— unas terminan sin gloria, caídas en la sala o rincón que alguna vez engalanaron y las otras, terminan muchas veces sin siquiera acceder a su derecho a ser tratadas con justicia y gratitud en su ancianidad y sólo hay bellas palabras frente a su ataúd. Y para mí más indolente aún, cuando acaban su existencia entre dolores crueles sin tener el derecho natural de elegir morir con dignidad y realmente en paz cuando ellas lo consideren necesario y vital para su condición de ser humano.
Como ves, mi amada Carisdul —sí, te amo por tu fulgor; tu belleza puede ser mezquinamente efímera, pero tu brillo será imperecedero a través de las capacidades que plasmas en cada entrega que nos regalas con pasión de solícita amante— no soy el indicado para continuar las prometedoras y amorosas líneas en botón con que tu espíritu de escritora dulce y apasionada de la vida se deja llevar. Sin embargo, como siempre, me dejo guiar hacia esa dulce fragancia que emana de tu sentir, y aquí me tienes avergonzado por mi demora y amándote, si es posible, más... por tu generosidad.
Un beso, Carisdul.
Autor pensador.
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