Fotografías tomadas en casa. Sin manipular. Al picar en ellas se ampliarán.
Hoy no necesité salir a la terraza como cada mañana para ver si mis flores seguían bonitas, si el mar estaba tan azul como el cielo a pesar de la noche lluviosa, no fue necesario porque mientras desayunaba, oí un silbido, como si el viento arreciara, miré, y las cortinas se movían, aunque viento no hacía. De pronto, frente a mí, entre los cuadros y el televisor, estaban mis amigas las flores, y el mar, irradiando sus bellos colores, su eterna belleza.
En otra ocasión, habría intentado averiguar porqué razón, en unos minutos la estancia se había llenado de reflejos, ya que no es una estancia lujosa, es sencilla, eso sí, apacible y acogedora, ordenada y limpia de toda contaminación; quizás por eso, y aprovechando los primeros rayos de sol, mis amigas se refugiaron por un rato en mi casa, hasta que el sol avanzara y les llevara en sus rayos.
Hoy no necesité salir a la terraza como cada mañana para ver si mis flores seguían bonitas, si el mar estaba tan azul como el cielo a pesar de la noche lluviosa, no fue necesario porque mientras desayunaba, oí un silbido, como si el viento arreciara, miré, y las cortinas se movían, aunque viento no hacía. De pronto, frente a mí, entre los cuadros y el televisor, estaban mis amigas las flores, y el mar, irradiando sus bellos colores, su eterna belleza.
En otra ocasión, habría intentado averiguar porqué razón, en unos minutos la estancia se había llenado de reflejos, ya que no es una estancia lujosa, es sencilla, eso sí, apacible y acogedora, ordenada y limpia de toda contaminación; quizás por eso, y aprovechando los primeros rayos de sol, mis amigas se refugiaron por un rato en mi casa, hasta que el sol avanzara y les llevara en sus rayos.
Seguí desayunado sin poder dejar de mirar tan bella estampa,
y recordé a los ambiciosos, a los que se meten en el fango para conseguir
poder, vienes, sin saber que esas mismas riquezas les conducirán al abismo. Ellos, y ellas, siguen a la sombra que proyectan los vicios, signos que al
encontrase, se destruyen como animales, sin que la justicia pare sus sucias guerras, sin que pueda con sanción, hacer aflorar
un solo sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento, sino todo lo contrario; como las fieras, sacan las garras y amenazan con devorarse mutuamente.
Vuelvo a mirar para ver si mis amigas seguían conmigo, y en ese momento, se
disponían a partir disminuyendo la belleza de sus reflejos.
-Hasta mañana, amigas, les dije con una sonrísa dulce y mirada serena.
Al quedarme sola, pensé que era muy afortunada.
María Borrego R.