domingo, 17 de mayo de 2020

Insufrible

 

CARTA  


Hola:

Ahora en que casi nada es urgente, que cada cosa se conforma con respirar, con su suerte y forma, o que simplemente espera mejores momentos para dejarse ser, y el tiempo, no, pero parece como si nos dejara un momento libre de su carga, puedo dedicarme a acertar algunas letras en la pantalla.
Ahora que tibias notas musicales surgen borboteando del piano de  Richar Claiderman  y se arremolinan en mis oídos y me cosquillean en el alma y la memoria.
 Ahora que la tarde retiene aún los insultantes  silencios,  pasarán por delante de tu ventana con el tropel milenario de viento y hojas,  ahora que desespero por la descortés y impuntual constancia de las musas, y con esa desazón me acerco al quimérico y inexacto reino de la poesía, y comienzo a escribirte.
Sí suele ocurrir, el sufrir por amor, quien tuvo la fortuna de conocer solo su dicha, nada sabe de ese tormento. Pero los que desgraciadamente comprobamos su mordedura, sabemos desde entonces que corazón y olvido son dos fugitivos que huyen juntos.
Ahora que nada retiene a las palabras, ni atalajes, ni riendas, y marchan hacia su destino por el tibio aire, sosteniendo mi voz, entre mi pueblo desierto, ahora que las palabras como golondrina demasiado beodas de estío, casi confunden tu paradero con una nube, ahora, ten a bien recibirlas para que te transmitan mis mejores y más diligentes ánimos para que no te falte voluntad infinita con la que enfrentarte a todos los rigores que nos propone la pandemia.
Ahora que en su marcha las musas arrastran algunas palabras, igual que una cometa su cola de trapo, tomo del aire la más sencilla y útil para cerrar esta carta.



Siempre nos pensamos jóvenes

pensamos el tiempo como dogal ajeno

sin vislumbrar las primeras sombras de la tarde

sin saber de ese Duero soterrado

que fosco y murmurio nos aleja,

hacia los arrayanes del olvido,

como tristes hurtos cometidos en su huida.

María Borrego R.